lunes, 23 de abril de 2007

martes, 17 de abril de 2007

Verano del '42

Hace años, en Kiev, me contaron por qué los jugadores del Dínamo habían merecido una estatua.

Me contaron una historia de los años de la guerra.

Ucrania ocupada por los nazis. Los alemanes organizan un partido de fútbol. La selección nacional de sus fuerzas armadas contra el Dínamo de Kiev, formado por obreros de la fábrica de paños: los super-hombres contra los muertos de hambre.

El estadio está repleto. Las tribunas se encogen, silenciosas, cuando el ejército vencedor mete el primer gol de la tarde; se encienden cuando el Dínamo empata; estallan cuando el primer tiempo termina con los alemanes perdiendo 2 a 1.

El comandante de las tropas de ocupación envía a su asistente a los vestuarios. Los jugadores del Dínamo escuchan la advertencia:

- Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados.

Y la amenaza:

- Si ganan, los fusilamos.

Los jugadores vuelven al campo.

A los pocos minutos, tercer gol del Dínamo. El público sigue el juego de pie y en un solo largo grito. Cuarto gol: el estadio se viene abajo.

Súbitamente, antes de la hora, el juez da por terminado el partido.

Los fusilaron con los equipos puestos, en lo alto de un barranco.

Por Eduardo Galeano, en Días y Noches de Amor y de Guerra.

martes, 3 de abril de 2007

Es América Latina...

Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra.

Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno.

La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ["capitalismo central"] aboga los vastos suburbios del sistema ["capitalismo periférico"]. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes - dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga. A principios de noviembre de 1968, Richard Nixon comprobó en voz alta que la Alianza para el Progreso había cumplido siete años de vida y, sin embargo, se habían agravado la desnutrición y la escasez de alimentos en América Latina. Pocos meses antes, en abril, George W. Ball escribía en Life: «Por lo menos durante las próximas décadas, el descontento de las naciones más pobres no significará una amenaza de destrucción del mundo. Por vergonzoso que sea, el mundo ha vivido, durante generaciones, dos tercios pobre y un tercio rico. Por injusto que sea, es limitado el poder de los países pobres»... Ball dice que la impunidad es todavía posible, porque los pobres no pueden desencadenar la guerra mundial, pero el Imperio se preocupa: incapaz de multiplicar los panes, hace lo posible por suprimir a los comensales. «Combata la pobreza, ¡mate a un mendigo!», garabateó un maestro del humor negro sobre un muro de la ciudad de La Paz. ¿Qué se proponen los herederos de Malthus sino matar a todos los próximos mendigos antes de que nazcan? ... En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles.



- En Las Venas Abiertas de América Latina, por Eduardo Galeano