miércoles, 5 de diciembre de 2018


Cuentan que, en una conferencia, Borges refiere una pesadilla recurrente suya en la que se le acerca un hombre amenazante escondiendo una mano dentro del abrigo. El soñador intuye en ella un revólver; la angustia y el miedo se disipan cuando el hombre finalmente revela, retirando la mano de su escondite, que en esta no tiene, de hecho, nada.

En este sueño es evidente que el inconsciente, que es fundamentalmente creativo, pone en marcha una operación estética: maneja los elementos, compone una narración, mueve piezas al servicio de la generación de un efecto. Es decir, incluso cuando se baja la guardia de la consciencia de la vigilia, algo toma el mando y narra. Cuenta historias de las que somos o podemos ser personajes.

Tal vez haya una intuición metafísica en este mecanismo: si hay historias que se cuentan, y esto es algo que prescinde de la voluntad personal del individuo, la generación espontánea debe simplemente suceder en otro registro.

Viene a mi memoria el siguiente pasaje de un libro de Gregory Bateson, Espíritu y naturaleza (1979):

Hay una historia a la que ya recurrí en otra oportunidad y volveré a hacerlo ahora. Un hombre quería saber algo acerca del espíritu, averiguándolo no en la naturaleza, sino en su gran computadora privada. Preguntó a esta (…): "¿Calculas que alguna vez pensarás como un ser humano?". La máquina se puso entonces a trabajar para analizar sus propios hábitos de computación. Por último, imprimió su respuesta en un trozo de papel, como suelen hacer las máquinas. El hombre corrió hacia la respuesta y halló, nítidamente impresas, estas palabras:
ESTO ME RECUERDA UNA HISTORIA…
Bateson va más allá:

“Lo que quiero mostrar es que, sea cual fuere el significado de la palabra ‘historia’ en la historia que te estoy narrando, el pensar en términos de historias no aísla a los seres humanos como algo distinto de la estrella de mar, las anémonas, los cocoteros y los narcisos. Por el contrario, si es que el mundo está conectado, si es que yo estoy fundamentalmente en lo cierto en lo que afirmo, pensar en términos de historias es algo compartido por todos los espíritus o por todo el espíritu, el nuestro como el de los bosques de secuoyas y el de las anémonas.

(…) Y yendo más allá, también el proceso evolutivo de millones de generaciones a través del cual la anémona (como tú y yo) llegó a ser, también ese proceso debe estar hecho de la sustancia de las historias. Debe haber relevancia en cada eslabón de la filogenia, y entre un eslabón y el siguiente.

Próspero dijo que ‘estamos hechos de la misma sustancia que los sueños’, y sin duda está casi en lo cierto. Pero a veces creo que los sueños no son sino fragmentos de esa sustancia. Es como si la sustancia de que estamos hechos fuera totalmente trasparente y por ende imperceptible, y como si las únicas apariencias de que podemos percatarnos fueran las quebraduras y los planos de fractura de esa matriz trasparente. Los sueños y los perceptos y las historias son, tal vez, quebraduras e irregularidades de una matriz uniforme y atemporal.

***

Vuelvo a Borges, que en la parte final de “Para una versión de I Ching”, dice:

Pero en algún recodo de tu encierro, puede haber una luz, una hendidura. El camino es fatal como la flecha. Pero en las grietas está Dios, que acecha.

***

Y me asalta la pregunta en el medio de la noche, ¿se abrió la grieta?
Me amenaza como el supuesto revólver del supuesto hombre soñado:
¿… y si hasta el acecho de Dios es narrado por la usina insomne?

lunes, 28 de mayo de 2018