miércoles, 9 de enero de 2008

En mí

A fuerza de tiempo y de lágrimas supe edificar este laberinto, la fortaleza en cuyo jardín central ahora escondo mi alma. Implacables son sus muros para tu recuerdo: ya no imagino encontrarte casualmente a la vuelta de cada esquina, ni las canciones me condenan a tu sonrisa. Cayéndome sangré tu destierro, pero hoy, en acurrucada libertad, sospecho que tus alas fueron siempre demasiado lumínicas para anidar en mi viejo y cansado corazón. Sobre mi pecho descansa el terrible peso de las infinitas noches en que te soñé mía.

… Pero vana es mi voluntad, si ante la más efímera promesa de tu voz vuelvo a soñarte, y estás tan real y tan hermosa como siempre; tan real y tan hermosa como nunca…

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